18 noviembre, 2010

"Akundún"



El tema del famoso reparto de condones por parte del Ministerio de Salud, anunciado por el ministro Ugarte, reabrió/reavivó el viejo debate que mantiene la Iglesia Católica con la sociedad (y con la realidad, a mi parecer). El "debate" se inició con la respuesta del Cardenal Juan Luis Cipriani al anuncio de la campaña del MINSA. Entre otras cosas, Cipriani declaró:
 “Quien tiene la responsabilidad de cuidar por la salud prefiere ir por otro camino: (Dice:) ‘voy a regalar preservativos, 18 millones, no voy a educar a la juventud, no voy a educar a los padres de familia, no voy a educar a esa opinión pública, voy a regalar para que haya más libertinaje, más abuso sexual’”, puntualizó en plena homilía dominical en la Catedral de Lima. Incluso señaló –refiriéndose a la campaña– “esta es la traición de la que habla Jesús”. (Fuente: Peru21)
 Estas declaraciones rebotaron en la prensa internacional, como por ejemplo en el diario español El Mundo, que se refirió así a las declaraciones del Cardenal:
"Su anacrónico sermón dominical ha iniciado un debate nacional en el país de Latinoamérica que – a la luz de sus políticas- menos respeta el derecho a la salud sexual y reproductiva de su población."
Pues bien, acto seguido a las declaraciones de Cipriani apareció en el blog El Dardo, escrito por Renato Cisneros, de la web de Radio Programas del Perú (RPP) un post en el que se criticaba duramente la posición del Cardenal Cipriani:

"Que a estas alturas del partido el Cardenal Cipriani se ofusque porque el Ministerio de Salud reparte preservativos me parece francamente un chiste. Un mal chiste, por cierto. Incurre en el humor involuntario el Cardenal cuando afirma, dolido, que el ministro traiciona a Jesucristo al facilitarles condones a los jóvenes del país. Sin embargo, no dice ni pío (el muy pío) sobre la continua y faltosa racha de pedofilia que le debemos a la Iglesia Católica que él tan cancheramente representa desde el púlpito. La ciudadanía –me refiero a la que defiende el derecho del Perú de ser un Estado laico– no reconoce en Cipriani a una autoridad con competencia para opinar sobre este tema."
Luego de ser posteado, el artículo fue levantado de la web por casi 24 horas (para "coincidencias", el Cardenal Cipriani tiene un programa en RPP todos los domingos), siendo repuesto ayer al iniciarse la tarde pero sin oportunidad para los comentarios. Mientras esto sucedía ya habían algunos blogs (como este) que reprodujeron el post de Cisneros gracias a la memoria caché de Google; y mientras todo esto sucedía, en otro blog de RPP, llamado Hombre de Familia , escrito por Manuel Rodríguez, apareció la primera respuesta a/en favor de/a Cipriani:
"Repartir condones entre niños y adolescentes es a todas luces promover la promiscuidad sexual. El resto es sólo disfraz y fanatismo. Un fanatismo que supone que la promiscuidad sexual adolescente es un dogma indiscutible y no un problema educativo."
Hoy, en el diario Correo (¿esperaban otro medio?), apareció en la columna de Martín Santiváñez Vivanco la segunda respuesta en favor de Cipriani, y , abiertamente en contra del Ministro Ugarte:
"(..) En vez de protegernos de la tuberculosis, la mortalidad infantil o la malaria, el ministro regala condones como broche de oro a su mandato. Incapaz de mejorar las listas de espera o construir hospitales más rápido que Castañeda, el bueno de Ugarte obsequia condones como souvenir de despedida. Esa estrategia no liquida el origen de las enfermedades venéreas ni frena los embarazos no deseados porque ataca las consecuencias, ignorando la raíz, el centro del problema. Las ETS y los embarazos no deseados son el producto de una civilización hedonista y promiscua en la que el cuerpo humano ha sido cosificado y la dignidad, rebajada. Es esa cultura la que hay que desafiar. Regalar condones legitima la banalidad moral y condena a nuestra juventud a un futuro vacío en el que la sexualidad, degradada, se deshumaniza. Abierta está la discusión sobre si los condones son garantes o no del sexo seguro. Pero algo sí que garantizan: el sexo deshumanizado." (Es "lo mejor" que pude extraer de su columna, el resto era bilis)
Hasta aquí un somero resumen del debate que ha suscitado la repartición de condones;  ahora, un breve análisis. Primero, todos los que han "sustentado" una posición en contra de "la repartición de condones" han perdido de vista un importante punto: la repartición de condones forma parte de una campaña del MINSA llamada Prevención del Embarazo en Adolescentes. Es decir, solo han visto la punta del iceberg y no se han esforzado siquiera en averiguar un poco más al respecto. Aquí les informo un poco sobre la visión del problema, ojalá lo lean:
"(...)aborda el tema de la adolescencia desde el punto del entorno social, de sus estilos de vida y de las conductas determinadas. Así, se puede observar que los adolescentes son influenciados por mensajes estereotipados de los medios de comunicación, que muchas veces rigen su vida futura."
Sinceramente ¿eso no les parece un floro cercano al católico? Si se hubieran informado quizás el debate hubiese tenido puntos de concordancia y podría discutirse el tema. Los argumentos que esgrimen los autores pro Iglesia Católica se basan en un razonamiento anacrónico y en una serie de falacias ad hominem (en el caso de Correo, sobre todo) que nada tienen que ver con un debate de ideas, lógico y racional. Como dice El Morsa en su post al respecto:
"El tema de fondo es que cuando se habla de sexo, a la Iglesia Católica se le pone la piel de gallina (no es tampoco gratuito). Prefieren que no se hable del asunto. Para ellos la mejor educación sexual para adolescentes es hablar de abstinencia, que la virginidad es un bello tesoro, que las muchachas deben saber bien a quién entregar su virtud."
¿Cuándo se animará la Iglesia Católica a conversar en serio sobre las relaciones sexuales y todo lo que atañe? ¿Ustedes qué piensan sobre el tema en torno a los condones?


[Un agradecimiento especial a Álvaro Portales por la buena onda permitiéndome utilizar su genial diseño]

17 noviembre, 2010

"Condones en la Catedral", post de Renato Cisneros censurado por RPP



Mi papá no hablaba de sexo. Nunca. Sospecho que era porque en su casa tampoco se abordaba el tema con naturalidad. Fue a insistencia de mi madre que mi padre –renunciando a su natural parquedad en esos temas ásperos, incómodos– tomó cartas en el asunto para que yo, su hijo de catorce años recién cumplidos, obtuviera alguna información y no me descarriara pipilépticamente.


Fue así que una mañana de sábado de 1990, mientras me cambiaba para ir a jugar fútbol, recibí mi única peculiar clase de educación sexual familiar: hundí mi pie derecho en la zapatilla e identifiqué un cuerpo extraño, blando en el fondo del zapato. Pensé que se trataba de una cucaracha y, azorado, retiré violentamente el pie. Cuando puse la Reebook de cabeza lo que cayó al suelo no fue un insecto, sino un condón. Uno rojo. Mi padre no había encontrado mejor manera de ‘hablarme’ de sexo que camuflando un preservativo en mi zapatilla. Ya con el condón en el bolsillo, empecé a buscar información por mi cuenta para usarlo adecuadamente. Entonces no había Internet, ni cable. Tampoco era sencillo plantarse en una farmacia y pedirle a la boticaria que te explicara cómo funcionaba el jebe. Te miraban como si fueses una tarántula. Como Cipriani miraría al ministro de Salud, más o menos.


Con todas esas limitaciones, solo quedó el método habitual: hablar con la gente del colegio. Peguntar, curiosear, agotar las intrigas que alrededor del condón se acumulaban. Ya después, premunido de cierta base, procedí a husmear en libros o revistas (más revistas que libros, para ser franco). Tenía muchas ganas de usar el forro pero quería hacerlo sin riesgos. Sobre todo después de oír en el colegio el rumor, el mito jamás constatado, de que a un chico de quinto, por tener relaciones sin condón, se le había caído el colgajo.


Así era antes. Cuando no había data. Cuando la tiranía del tabú uniformizaba la ignorancia. Cuando ni papás, ni profesores, ni mucho menos curas te hablaban con franqueza. Felizmente la información siempre se las ingeniaba para llegar. Había que depurarla, pero llegaba. Intuyo que ahora, cuando hay tantísima información al alcance de todos, cuando ya se han vencido ciertos inútiles pruritos alrededor del sexo, cuando ya se habla sin vergüenza, los adolescentes están más protegidos que antes. Es cierto que en muchos sectores, los más humildes, aún reinan el silencio y el desconocimiento, pero justamente por eso es que conviene hablar en voz alta. Para superar de una vez esa sordera producto de tanto secretismo mojigato y pantirrolludo.


Que a estas alturas del partido el Cardenal Cipriani se ofusque porque el Ministerio de Salud reparte preservativos me parece francamente un chiste. Un mal chiste, por cierto. Incurre en el humor involuntario el Cardenal cuando dice que el ministro traiciona a Jesucristo al facilitarles condones a los jóvenes del país, y no dice ni pío (el muy pío) sobre la continua y faltosa racha de pedofilia que le debemos a la Iglesia Católica que él tan políticamente representa desde el púlpito. [Una curiosidad marginal: cada vez que escribo el apellido Cipriani en Word, el correcto ortográfico lo subraya con rojo. Es decir, que ni el Word lo reconoce].


A punto de despenalizar las relaciones sexuales entre adolescentes de 14 y 18 años (¡ya era hora!), la repartición de profilácticos suena a medida sensata, cauta, pero sobre todo realista. Decir, como dice el Arzobispo, que entregar condones fomentará “el libertinaje sexual” es hipócrita. Es miope también. Los adolescentes han tenido, tienen y tendrán sexo, independientemente de lo que diga la Constitución y de lo que piense el Cardenal. El modo en que lo tengan, y su grado de responsabilidad, dependerán de la educación y los ejemplos que reciban en casa y en la escuela. Desde mi punto de vista, lo único que hace el ministro de salud es proteger a los jóvenes de embarazos indeseados que propicien abortos traumáticos.


Leo las declaraciones de Cipriani y, la verdad, me provoca ir este domingo a las afueras de la Catedral y repartir preservativos gratuitamente entre los feligreses. Estoy seguro de que más de uno agradecería el gesto. Incluso, de darse el caso, también se los podríamos repartir a algún curita ajochado e hiperactivo que, en la soledad de la calle, se franquee.


¿Alguien se anima a acompañarme?


[PUEDES COMENTAR ESTE POST EN www.renatocisneros.net]



El post fue recuperado anoche vía twitter por @loy_nis y difundido por @uterope. La iniciativa de recuperar el post y difundirlo la leí en La Mula y me pareció una buena idea.
Este es el enlace a la memoria caché de Google donde aún se puede leer el censurado post.


Actualización del post (3:52pm)


Hoy al iniciarse, la segunda parte del día, se repuso el post de Renato Cisneros en la web de RPP, sin embargo los comentarios no han sido permitidos en esta publicación. Esta no ha sido la única novedad que nos trajo la "sobremesa", ya que (¡oh coincidencia!) apareció un post en el blog "Hombre de Familia", en la misma web de RPP, con el sugerente título: Este dardo ¿Es suyo?. No hay que ser adivinos para darse cuenta que el post de Manuel Rodríguez  era una respuesta (crítica) al post de ayer de Renato Cisneros. Pues bien, investigando un poco por internet di con otro blog que maneja este señor, el cual se llama RONCUAZ: Soy católico, como tal pienso y escribo. De acuerdo o no, tengo el alegre deber de amar porque Dios nos ama a todos....

A continuación les dejo el post de Manuel Rodríguez en respuesta al de Renato Cisneros, cada uno sacará sus propias conclusiones:




"Leí un post de un vecino bloguero que anda tirando dardos. No es bueno pelearse con los vecinos y no lo voy a hacer. Lo que pasa es que uno de sus dardos cayó en mi jardín y casi le da en el ojo a uno de mis hijos. Así que ejerceré mi derecho a expresar libre y serenamente mi profundo desacuerdo y devolvérselo, con el respeto que merece mi vecino.

No es la primera vez que leo frases de este tipo: “los adolescentes van a tener sexo de todas maneras, por lo tanto démosle condones para que se protejan”. Es más o menos como decir: “vamos a morir de todas maneras, por lo tanto suicidémonos pero con higiene”. Es la misma lógica con la que se reparten jeringas esterilizadas a los drogadictos para que no mueran de sida, sin enfrentar para nada el problema que los está matando: la adicción.

Repartir condones es decirle al niño o al adolescente algo más o menos así:

- mira hijo, mira hija, como yo sé que tú serás promiscuo de todas maneras te voy a dar un jebecito para que nos protejas de un posible embarazo o de una enfermedad que nos podría salir más cara y complicada que este jebecito. Nosotros los adultos no sabemos, no podemos, ni queremos hacer nada por educarte así que sólo te enseñaremos a cuidarte.

Y si el pobre niño inocente pregunta

- ¿De qué quieres que me cuide? ¿Para qué es este globo?

El adulto muy comprensivo le dirá:

- Es un condón y te va a proteger de las consecuencias de lo que vas a hacer de todas maneras…

Y le explicará con pelos y señales lo que el pobre ni sabía ni le interesaba hasta el trágico momento en que se encontró con ese señor que muy dulce y tolerantemente le pisoteó la infancia y los derechos de sus padres a educarlo.

Repartir condones entre niños y adolescentes es a todas luces promover la promiscuidad sexual. El resto es sólo disfraz y fanatismo. Un fanatismo que supone que la promiscuidad sexual adolescente es un dogma indiscutible y no un problema educativo.

Solo para despejar otra idea que se usa mucho cuando uno se opone a este tipo de políticas en no pocos casos tiránicas: no estoy defendiendo la desinformación, ni tabúes con respecto al sexo, ni me mueve el miedo a algo oscuro, ni me tiembla la voz al hablar de sexo con mis hijos. Simplemente defiendo el derecho que tengo de pensar distinto y de educar a mis hijos en una visión integral de la sexualidad (que es la que vivo) que los proteja de convertirse en personas egoístas y fanáticas de la promiscuidad ¿Lo lograré? No lo sé pero por lo menos lo tengo claro, lo digo y lo intento."